Con Piel del diablo Jessica Blandy alcanza su quinta entrega y, de paso, comienza su segunda aventura larga, es decir, que ocupa más de un álbum.
Nos encontramos sin duda con la historieta más sórdida que hemos presenciado hasta el momento, una historia de frontera, con Jessica en un indiscutible papel protagonista y acompañada de sólo uno de sus secundarios habituales, el detective Gus. Ambos visitan la frontera con México en un intento de localizar a un niño hispano desaparecido, y que les lleva a descubrir una trama de narcotráfico, violencia, prostitución y racismo que realmente sorprende en un cómic y, ya si me apuran, levantaría no pocas ampollas en el cine.
Menos entregado que de costumbre, pero igualmente correcto, el dibujante Renaud continúa con su estilo claro y preciosista; su dominio de la figura y de la acción se va confirmando con cada álbum, si bien en esta ocasión no juega con la composición como en entregas anteriores. Por su parte, Dufaux sobresale a los guiones, y consigue despertar un asco tremendo en el lector sin que por ello la historia deje de resultar atractiva. Jessica se convierte en la estrella indiscutible del álbum, y si bien es cierto que le ocurren cosas terribles, también lo es que deja de ser una víctima pasiva (como ocurriera en su tercera entrega) y pasa a ser un personaje fuerte y decidido que acaba ganando la complicidad y simpatía del lector.
El álbum acaba con una Jessica a punto de ser vendida a los círculos de prostíbulos ilegales, una situación realmente desesperada que nos incita a seguir leyendo la continuación de este álbum.
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