Los años 90 fueron una época de excesos en el mundo del cómic. Personajes ultraviolentos, chicas que eran poco más que juguetes sexuales de los héroes musculosos o víctimas de los villanos, tramas con escasa coherencia y crossovers continuos poblaron las páginas de muchísimas publicaciones, hasta que los lectores comenzaron a cabrearse y a dejar de comprar cómics.
Marvel intentó recuperar algunos de sus antiguos lectores con nuevas series, y para ello trajo a bordo a autores de calidad, como Kurt Busiek (que disfrutaba de una gran fama tras realizar Marvels y Las aventuras jamás contadas de Spider-Man) y Mark Bagley (que se había forjado una sólida reputación con personajes como los Nuevos Guerreros o Spider-Man), que realizaron una serie magnífica llamada Thunderbolts.
Si el primer arco argumental, recuperado meses atrás por Panini, nos contaba cómo los Amos del Mal se hacían pasar por superhéroes para dominar el mundo, en este segundo tomo nos encontramos a lo que queda del grupo huyendo de la justicia e intentando seguir el camino de la redención. Aunque Busiek empieza a mostrar ya los primeros indicios de cansancio a causa de sus muchas responsabilidades como guionista (acababa de empezar a escribir Iron Man y Los Vengadores), las aventuras siguen siendo interesantes, el ritmo es frenético y los guiones mantienen el nivel.
En resumidas cuentas, estamos ante uno de los mejores cómics de la Marvel de finales de los 90, que se puede disfrutar sin la necesidad de seguir otras seis o doce series, que no recurre a trucos simplones y que se sostiene gracias al buen hacer de sus autores.
Marvel intentó recuperar algunos de sus antiguos lectores con nuevas series, y para ello trajo a bordo a autores de calidad, como Kurt Busiek (que disfrutaba de una gran fama tras realizar Marvels y Las aventuras jamás contadas de Spider-Man) y Mark Bagley (que se había forjado una sólida reputación con personajes como los Nuevos Guerreros o Spider-Man), que realizaron una serie magnífica llamada Thunderbolts.
Si el primer arco argumental, recuperado meses atrás por Panini, nos contaba cómo los Amos del Mal se hacían pasar por superhéroes para dominar el mundo, en este segundo tomo nos encontramos a lo que queda del grupo huyendo de la justicia e intentando seguir el camino de la redención. Aunque Busiek empieza a mostrar ya los primeros indicios de cansancio a causa de sus muchas responsabilidades como guionista (acababa de empezar a escribir Iron Man y Los Vengadores), las aventuras siguen siendo interesantes, el ritmo es frenético y los guiones mantienen el nivel.
En resumidas cuentas, estamos ante uno de los mejores cómics de la Marvel de finales de los 90, que se puede disfrutar sin la necesidad de seguir otras seis o doce series, que no recurre a trucos simplones y que se sostiene gracias al buen hacer de sus autores.
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