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lunes, 12 de julio de 2010

EL ESTADO MÓRBIDO 2 Y 3

La trilogía El estado mórbido, obra de Hulet, abría con un inicio magistral titulado La torre fulminada, que concluía con la muerte de todos los sospechosos y dejaba al protagonista, Charler el joven dibujante de cómic, derrumbado en el suelo tras una caída por las escaleras que podía haber sido fatal.


La segunda parte, el Pasaje Ávido, es más que interesante, si bien ya muestra algunas debilidades con respecto a la entrega anterior. Charles despierta encerrado en el sótano de la casa, y habrá de encontrar la salida siguiendo un pasadizo laberíntico cargado de simbología satánica. Por su parte, Alba, la amante de Charles, intentará entrar a la fuerza en la casa de su compañero, sólo para ser rechazada por algún tipo de ilusión.


Ambas escenas están muy bien contadas, sin embargo los pasajes oníricos son demasiado largos (un total de 8 páginas, una cuarta parte del álbum), y el momento en que le roban el coche a la propietaria no tendrá ninguna trascendencia en la historia, por lo que resulta totalmente gratuito. También es muy larga la escena en la que Charles atraviesa el pasaje, sin embargo está tan exquisitamente narrada y resulta tan laberíntica que se disfruta de principio a fin. El álbum se completa con algunas páginas en las que se narra el origen de la señora Zimmerman, la todopoderosa propietaria del inmueble encantado alrededor del que giran los acontecimientos, pero a la postre serán demasiado escasas.


El último álbum, La salida de Waterloo, es quizá el peor de todos, pues no logra capturar la tensión de las entregas anteriores, y se hace evidente que hay mucho por contar pero demasiado poco espacio (de ahí mi crítica al derroche de páginas del número anterior).


En él encontramos algunas referencias al pasado de la señora Zimmerman, pero el álbum anterior nos había dado demasiada poca información, por lo que uno no termina de entender cuál es el objetivo de la señora: ¿resucitar a su hijo? Al principio eso parece, pero después resulta que pretende alcanzar la inmortalidad, por lo que no queda muy claro a qué venían todas las referencias pasadas a su familia. De igual modo, descubrimos lo que hay en la misteriosa sala cerrada, cuál es el objetivo de todos los tejemanejes de la misteriosa propietaria de la casa... pero todo ocurre demasiado deprisa, y en algunos momentos Hulet emplea una técnica demasiado abocetada, supuestamente para narrar flashbacks, pero al no haberla empleado nunca antes uno se pregunta si realmente tiene una función narrativa (más adelante se deja entender que ese es el estilo de dibujo del Charles, si bien contradice el estilo visto en el primer volumen) y si no será más probablemente un intento de acelerar la producción para cumplir con lo prometido al editor.


No obstante, el final de la obra es bastante interesante. Charles ha desaparecido, pero ha aparecido un cómic (el primer álbum que hemos leído) que supuestamente no es más que una ficción. Preocupados por la desaparición de su amigo, Alba y otros compañeros van a la casa que aparece en el cómic, y encontramos una última escena en forma de teatro en el que se deja entrever que la historia era mucho más que una ficción, si bien Alba y sus compañeros no pueden recordar lo ocurrido.


La pregunta, por lo tanto, es: ¿merece la pena leer la obra? Creo que sí. El primer tomo es completamente intrigante, y el segundo logran mantener buena parte de ese espíritu, aunque no da ninguna respuesta. El tercer tomo, por desgracia, se centra demasiado en dar respuestas, y la sensación de casa embrujada desaparece. Además, la técnica con la que experimenta el autor no hace ningún favor a la historieta, y lo único que consigue es complicarla innecesariamente. No obstante, no se recurre a ningún truco fácil y Hulet ofrece un final, si bien abierto.


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